El escenario donde tocaron Puscifer y Queens Of The Stone Age

Crónica Puscifer + Queens Of The Stone Age. MadCool 2023.

Viernes 7 de julio de 2023. Villaverde Alto, Madrid. 35º. Ahí empezaba mi peregrinaje hacia ese secarral en Colonia Marconi donde se ha celebrado este año la edición del MadCool. Y lo hacía con el mejor de los motivos: Puscifer y Queens Of The Stone Age.

MadCool: un festival… raro

El MadCool es un festival de proporciones astronómicas. Hablamos de un recinto de 200.000 m² y ocho escenarios. Para que os hagáis una idea, el Resurrection Fest, que también es un macrofestival, dispone de un recinto de 14.000 m² y cuenta con cuatro escenarios. Es decir, el MadCool es 14 veces más grande que el Resu, y resulta cuanto menos curioso que solo lo dobla en escenarios. ¿Por qué? Pues sencillamente porque es expresión del turbocapitalismo más extremo: tiene mucho más de feria de muestras que de festival de música en directo.

Todo el terreno —forrado por una eterna alfombra de césped artificial que oculta a duras penas la hostilidad genuina del lugar— está salpicado de stands de diferentes marcas, a cual más peregrina, desde compañías telefónicas o suministros eléctricos, hasta conocidas cadenas fastfood o marcas de ropa interior. Esto genera la evidente sensación de que la música discurre en un segundo plano y que lo gordo es el parque de atracciones de marcas que trata de competir por tu atención en todo momento. Sirva de síntoma que, en cuestión de media hora, se nos acercaron tres comerciales a ver si éramos fumadoras, invitarnos a participar en un bingo de una marca cervecera y a rellenar un formulario para entrar en el sorteo de un viaje a Punta Cana o algo así.

Además, el espacio del festival, plano que ni las Grandes Llanuras, recibe constantemente un sol abrasador que únicamente es aplacado por la sombra que proyectan las propias barras y donde se agolpa todo el público para sobrevivir. Otra forma de llevarlo es hacer uso de los stands de las marcas, las cuales han pergeñado unas zonas protegidas del Lorenzo, y que yo no usé pero que algo me hace pensar que no sería gratis.

Ya sabemos todos que el MadCool no es un festival nicho sino más bien generalista. En su cartel conviven artistas de géneros realmente variados y esto no es algo malo en sí mismo pero, en mi opinión, dificulta la posibilidad de establecer un sentimiento de pertenencia. Yo no sentía que tuviese nada en común con la gente con la que compartía vagón dirección Villaverde Alto ni con la inmensa mayoría de la gente con la que me crucé allí. Tampoco, curiosamente, con la audiencia que tenía cerca en QOTSA, algunos de los cuales alentaron algunos mosh: todo parecía tan “de pega”, hay gente tan de su padre y de su madre, que decidí no meterme en esos pogos ya que tenía serias dudas de que sus participantes conociesen realmente las reglas del fenómeno como para que aquello acabase en buen puerto. No descarto que esto sea un prejuicio mío, pero yo todo el rato recibía esa información y no me daba confianza.

Además, había muchísima gente y eso provocaba que por momentos se montasen pseudopogos en los que se podía apreciar que había gente “atrapada” que no quería estar ahí o que parecía ponerse nerviosa y querer evitar esa zona. Y cuando eso pasa ya sabemos todos que eso no es un pogo.

En definitiva, toda la fórmula estética y de marca que ofrece el festival no me comunica otra cosa que una heterogeneidad impostada que cristaliza en una propuesta anodina, sin personalidad y sin voz ni iconografía propias. Quizá si no hubiera tanta marca (he leído a gente que dice haber contado hasta 90 distintas) y todo ese focus estuviese, de verdad y honestamente, depositado en la música, todo me tendría más credibilidad y cohesión. Así que con todo esto, el MadCool se me vuelve un festival… raro. Por no hablar de ese pasillo central horroroso que divide al público en dos áreas. Desconozco el motivo de esta decisión; no creo que tenga que ver con cuestiones técnicas del cableado sino quizá se trate de una medida preventiva contra avalanchas pero lo cierto es que en otros festivales esto no sucede.

Pero descendamos ya a lo que realmente nos interesa y a lo que me hizo comprar aquella entrada y meterme en ese vagón y caminar esos veinte minutos bajo el bochorno de nuestra estrella más cercana.

Puscifer

Esta es una banda experimento, de esas que sencillamente hacen lo que les da la santa real gana. Estoy segura de que el hecho de que esté liderada por el perro viejo de Maynard James Keenan juega un papel en ello ya que es un personaje que, a estas alturas, no tiene nada que perder. La banda ofreció un concierto de una hora y un setlist de once temas, con casi la mitad procedentes de su último trabajo Existential Reckoning, publicado este mismo año 2023. Un álbum que, con carácter general y como álbum, entendido como un todo, ha atravesado mi cuerpo sin pena ni gloria: lento, insípido, olvidable y tedioso. Y, sin embargo, el directo que ofrecieron fue todo lo contrario.

Es siempre gustoso observar cómo una banda sabe adaptarse a los contextos, y sobre todo cuando lo hacen con inteligencia. Creo que Puscifer es una grupo de estudio, cuya propuesta musical, auriculares y escucha atenta. Ofrecer eso en un festival habría sido un error y ellos, que saben lo que hacen, supieron verlo. Así, nos deleitaron con un sonido enérgico y fresco, que por momentos invitaba de lleno al headbanging y al contoneo, repleto de rock, con muchísimo groove y con el equilibrio perfecto entre guitarras emocionantes, un bajo contundente y la mejor electrónica. Capítulo aparte merecerían las voces de J. M. Keenan y Carina Round, deliciosas, que se dan la mano a la perfección. Destacables fueron las armonías de Momma Sed y lo bien que empastaban las dos líneas vocales individuales que llevan en Fake Affront.

Y qué decir de la puesta en escena: toda una iconografía daba sentido al conjunto, desde el vestuario hasta los visuales, pasando por la técnica y los movimientos sobre el escenario de todos ellos. Los miembros de la banda vestían traje chaqueta negro y llevaban gafas de sol, un estilo que nos recordaba al de los agentes de Men In Black o incluso al universo Expediente X. Una misión de búsqueda de extraterrestres articulaba el discurso con aparición final de estos en el escenario. En este había una suerte de andamiaje al que en ocasiones se subían Round y Keenan, lo que aportaba mayor visibilidad y un nuevo juego en las relaciones de los elementos sobre el escenario. Y esos micrófonos extrañísimos que portaban agarrados a la cintura o las coreografías… todo ofrecía una dimensión más allá, otra capa más, una nueva lectura. Y lo mejor de todo es que funcionaba.

Todo un triunfo Puscifer. No me lo esperaba porque había echado un vistazo a los setlists que estaban llevando en esta gira y parecía que iban a apostar por un alto porcentaje de temas del último trabajo y que, por lo tanto, podía tratarse de una apuesta muy de “último lanzamiento”. Así que una maravillosa sorpresa descubrir que llevaban un planteamiento de directo muy dinámico, plenamente adaptado al contexto festivalero y sin perder de vista la idiosincrasia sonora que un proyecto peculiar como este tiene.

Queens of The Stone Age

El escenario en el que tocaron Queens Of The Stone Age justo antes de empezar.
Donde la magia de QOTSA tuvo lugar

Queens Of the Stone Age nos ofreció un monumento de concierto de una hora y veinte minutos y un setlist compuesto por catorce temas. Cuatro de ellos pertenecen a su último álbum, In Times New Roman mientras que tres eran del Songs For The Deaf, otros tres del …Like Clockwork, dos del Villains y, finalmente, una del Lullubies To Paralyze y otra del Era Vulgaris. Curioso que no hubo nada del homónimo del 98, el álbum quizá más doom, pesado y sórdido de todos —con ese corte delicioso y singular que corona esta atmósfera como lo es You can’t quit me baby— pero que seguramente queda demasiado lejos en el tiempo.

Las reinas empezaron a todo trapo, sin vaselina, con un No One Knows incendiario que abonó el terreno y constituyó sin duda una declaración de intenciones ya que es su tema más escuchado de calle y la seña reconocible de la casa. Si empezaban con este tema la cosa solo podía ir a más y así fue. Ya desde el primer momento Josh Homme mostró gozar de un aparato fonador en plena forma: No One Knows no es vocalmente un tema sencillo. Tiene un rango bastante amplio y, en el estribillo, unos pasos de pecho a cabeza rapidísimos y muy breves, prácticamente sin apoyo, y Homme lo bordó en todos los casos. Comenzó por lo alto y ya en la segunda parte del primer verso acomodó algunos momentos por lo bajo, debió llevárselo a su terreno para estar cómodo, pero esto no le restó ni un ápice de belleza, al revés, aportó una pincelada distinta. Interesantísimo fue también que la línea de los coros la hicieron las guitarras y no ellos. Una elección hermosa y acertada (sobre todo cuando llevas tanta guitarra, claro).

Queens Of The Stone Age

Una de las cosas maravillosas de una banda extraordinaria como QOTSA es que, en directo y no solo en el álbum, una es capaz de identificar todos y cada uno de los instrumentos que están sonando, y seguir sus líneas. Es cierto que este género ayuda más que otros, que tienden a sonar aplastados y en el mismo rango dinámico todo el tiempo (en muchas ocasiones porque sencillamente así es su naturaleza), pero no deja de sorprender esa maestría que los QOTSA exhiben a la hora de entretejer y engrasar orgánicamente todos los elementos en juego, dando un sonido colmado e íntegro a la vez que lleno de color y riqueza, en el que todos los instrumentos caminan de la mano pero libres.

Respecto a la propuesta escénica podemos decir que fue sencilla y correcta, estaba chula pero nada del otro mundo o que no hayamos visto en otros contextos. Supongo que era una técnica relativamente cómoda para llevar de gira internacional y como no está exenta de interés pues queda resultona y bonita, así que, teniéndolo todo en cuenta, suponemos que fue un acierto, y eso ya es mucho.

Justo con el fin del atardecer entrábamos en un azul cobalto de la mano de una deliciosa, sugerente, seductora y henchida de gozo Make It Wit Chu. Ya tibios nos había dejado una licuada Smooth Sailing para, al rato, pasar al sofoco de este corte tentador del Era Vulgaris, el cual tuvo la capacidad de hacernos entrar a todos en combustión espontánea. Un espléndido ir y venir entre el verso, el estribillo y las diferentes líneas de guitarra y bajo que iban garabateando ornamentos en un espacio sonoro lleno de huecos, un ligero oasis en mitad de todo el concierto. Y esa variante de riff como broche final y ese público entregado y I wanna make it wit chu, everything and anywhere and anytime y sin darnos cuenta ya habíamos sido engullidos por una noche de calor, de sudor y de algo más.

Cerca de elevarnos dos centímetros por encima del suelo estuvimos con ese cierre magistral que las reinas de Palm Desert nos brindaron: primero, una espídica Go With The Flow, que anunciaron como la última, concatenada a una épica Song For The Dead. Justo antes de este broche de oro, Homme remató lo tierno y amable que había estado con su audiencia todo el concierto reconociendo que este había sido el mejor público de toda la gira y que tenían cero ganas de dejar de tocar. Casi como no podía ser de otra forma, ya en noche cerrada, pareciese que rugían las entrañas del mismísimo suelo que pisábamos y arrancaban, atronadoras, infernales, las primeras notas sostenidas, brillantes, entre el fulgor del público, al que de repente se le concedía, por sorpresa, un tema más. Ya con el ánimo ardiente y las luces encendidas a tope penetramos en la Edad de Piedra; ellos que no paraban de moverse por el escenario, ansiosos; el público, nervioso, agitado, como una moto por abandonarse al clímax. Look out, Madrid, cause here we come. We are Queens of the Fucking Stone Age. Destellos, fuego, vapor, saltos, sudor, y más y más caderas. Kaboom.

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